martes, 22 de febrero de 2011

O`rei do gol


El gol se pone de luto. Las porterías de medio mundo respiran tranquilas. Los porteros también. Se retira el mejor goleador de los últimos 15 años y, de no ser por las lesiones y su dejadez física, el que podría haber desbancado a los Pelé y Maradona como mejor jugador de todos los tiempos. Se va Ronaldo, el original.

Fue el referente goleador de una generación (en la que me incluyo). Una fuerza de la naturaleza descomunal. Empezó su carrera en el Cruzeiro y ganó un Mundial (sin participar) con 17 años. Sus números con la selección brasileña sub 17 dicen el por qué de su convocatoria: 59 goles en 57 partidos.

En el PSV empezó su consagración. 42 goles en 46 partidos y fichaje récord de la época por el Barcelona, 2.550 millones de pesetas pagados por un delantero que despuntaba pero que venía a sustituir al gran Romario. En el club de la Ciudad Condal se consagró definitivamente consiguiendo el Pichichi más goleador de la historia del club con 34 goles (igualado el año pasado por Messi) para un total de 47 goles en 49 partidos. Para el recuerdo aquel contra el Valencia en el que se coló entre dos defensas en una demostración de velocidad y potencia. Pero el gol que mejor lo define es el que le endosó al Compostela en el Multiusos de San Lázaro. Potencia, regate y definición a una velocidad de vértigo y con toda la defensa por los suelos como si un trailer hubiese pasado. Magistral.

De ahí pasó al Inter previo pago de 4.000 millones de pesetas, otro record. Mi amigo Stéfano, seguidor del equipo italiano, me dijo una vez que en el país de la bota en aquella época el mejor jugador era Ronaldo, el segundo Ronaldo y el tercero Ronaldo. El cuarto alomejor era Zidane. Eso dice mucho. Empezó como un tiro marcando goles y y enamorando con su repertorio técnico pero llegó su primera gran lesión. En un partido contra el Lecce se lesiona de gravedad en la rodilla derecha. Una rotura parcial del tendón rotuliano lo deja en el dique seco 6 meses. Vuelve en abril del año 2.000 para, esta vez, romperse el tendón rotuliano por completo quedándose fuera de los terrenos de juego por más de un año.

Pero Ronaldo es Ronaldo. Quería llegar al Mundial. Y como diría Julio César: Vini, vidi, vinci. Ganó el Mundial con Brasil proclamándose máximo goleador del torneo para más tarde fimar por el Madrid y ganar su segundo Balón de Oro. Volvía la leyenda.

En el Madrid empezó como un rayo ganando la Liga y el trofeo Pichichi como máximo goleador. Su sueño era la Champios, torneo que nunca llegó a ganar. Dejó el Madrid, acusado de dejarse físicamente y el resto ya es de sobras conocido. Fichaje por el Milan, lesión y para Brasil donde siguió goleando hasta el final. Se va el mejor delantero de todos los tiempos. Se va el fenómeno. Lo echaremos de menos. Para finalizar les dejo un artículo de Alfredo Relaño muy interesante sobre el fenómeno:

Pasó Ronaldo por Madrid. Su silueta sigue haciéndose generosamente expansiva, como corresponde al paso de los años cuando estos vienen acompañados de bienes y felicidad. Pero aún mete goles. Ha regresado a Brasil, ese territorio mágico en cuyo subsuelo habitan duendes que entran por la planta de los pies, capturan las almas de los hombres y les hacen futbolistas, lo quieran o no. Así que lo que a gentes de otros lugares del planeta, Raúl, pongamos por caso, les cuesta un esfuerzo tremendo, a los brasileños les sale sin querer. Ronaldo es uno de esos. A Ronaldo se le caen los goles de los bolsillos.

¿Vieron el último que hizo? Le bastó con estar ahí para que el defensa y el portero se atocinaran, y entonces apareció él a cobrar el cheque. Hay algo en Ronaldo que me ha impresionado desde que le vi como sólo me impresionaron, todavía niño, Di Stéfano, Kubala y Puskas. Esa presencia intimidante, esa sensación de que si el balón le llegaba a él (a ellos) en determinadas condiciones lo siguiente sería irremediable. Messi es un mago del regate corto, Cristiano es un ciclón, Zidane era el vals, Kaká me arrebata, Ibrahimovic es un monumento al fútbol...

Pero Ronaldo era el arma nuclear, el arma definitiva. Pesan los años y pesan los kilos. Le veo ahora y me resigno a aceptar que ha perdido de forma definitiva su batalla con la báscula, qué se le va a hacer. También los dioses griegos tenían debilidades humanas, descendían a compartir con nosotros nuestras pasiones y nuestras miserias. Pero ninguna foto nueva va a borrar de mi memoria las jugadas que le he visto hacer a este hombre, esas arrancadas, en el Barça, en Brasil o en el Real Madrid, en las que abría un surco, pasaba la defensa como un cuchillo atraviesa una pella de manteca y dejaba atrás al portero como si fuera de palo. Sí, fue el mejor de todos.

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